Defensoras de los territorios

PNUD Perú
5 min readMar 7, 2022

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El monitoreo ambiental es un ejercicio de la ciudadanía y de liderazgos que transforman territorios. Los comités de monitoreo, tradicionalmente dirigidos por varones, hoy abren oportunidades a nuevos cuadros de mujeres decididas e impetuosas; adultas, jóvenes, indígenas y campesinas.

Son protagonistas que vienen activando la participación de otras mujeres dentro de los comités de monitoreo ambiental. El recojo de sus testimonios tuvo como marco el encuentro realizado en la ciudad de Huarmey en el que monitoras de Cajamarca, Arequipa y Áncash se encontraron para fortalecer sus capacidades en temas de derechos humanos, género y participación ciudadana.

Hijas de la pachamama

El cuidado de la naturaleza es una de las demandas mundiales más importantes. Según el Informe Regional de Desarrollo Humano, las actividades extractivas siguen representando una amenaza que agota el capital natural y pone en peligro los derechos de las comunidades que ocupan espacios ancestrales. Si bien esta problemática es una necesidad sentida en la actualidad, la protección de los territorios existía desde hace mucho tiempo y ahora se ha adaptado a la vigilancia de impactos ambientales.

Con el ingreso de la actividad minera y petrolera se han generado cambios económicos, sociales y culturales en los lugares donde realizan sus operaciones. Los comités de monitoreo buscan que estos efectos sean lo más positivos posibles para conseguir el equilibrio ambiental y el desarrollo sostenible. “No quiero que mi comunidad estire la mano. Me gustaría que cuando llegue la empresa minera estemos preparados y consigamos puestos de trabajo digno, tanto hombres como mujeres”, indica Irma Requelme, monitora ambiental de Michiquillay, en Cajamarca.

“La comunidad me eligió como monitora ambiental porque me veían activa. Estamos logrando alianzas con el Estado y la empresa para capacitarnos en textilería ”·Irma Requelme, monitora de Michiquillay, Cajamarca.

Así como Irma, otras monitoras trabajan por empoderar a su comunidad y a la vez preservar sus costumbres: “Todavía mantenemos nuestras prácticas ancestrales en armonía con el ambiente, yo no me imagino mi pueblo desértico” recalca Betty Chávez, integrante del comité de monitoreo ambiental de Tapay-Tambomayo, en Arequipa. Ella se preocupa porque en su distrito el quechua ya no es practicado por las niñas y los niños, pero confía en que desde su rol como regidora puede lograr cambios en articulación con la empresa y el Estado.

El monitoreo ambiental no está desvinculado de la cultura. Más bien es la base sobre la que se sostiene. “La pachamama es como nuestra madre. Hacemos el pago en febrero y agosto porque hay que agradecer todo lo que nos da. No podría nadie vivir sin lo que el productor agrícola saca de la tierra”, destaca Natividad Taco, monitora de Orcopampa-Chilcaymarca, en Arequipa. “Preservar el ambiente es muy importante y también lo es proteger nuestra cultura. Hacemos un pago al agua con tres tipos de chicha, es parte de nuestra tradición que queremos recuperar”, enfatiza por su parte la monitora Chávez.

“Como monitoras ambientales nos capacitamos para explicar a la comunidad la información real sobre los análisis de contaminación del ambiente” Betty Chávez, monitora de Tapay-Tambomayo Arequipa.

Una trocha cuesta arriba

Las monitoras manifiestan que los desafíos a los que se enfrentan son múltiples. “El mayor de los retos es el machismo que predomina en las comunidades campesinas. Existe la discriminación por ser mujer, nos dicen que no podemos hacer trabajos en altura”, comparte Irma Requelme. Buscando revertir esto, la monitora impulsó un proceso de sensibilización con sus compañeros varones para valorar el rol y el trabajo de las mujeres en el comité de monitoreo.

Sin embargo, el machismo tiene múltiples efectos en la sociedad y uno de ellos es la sobrecarga de trabajo de cuidados y del hogar que recae sobre las mujeres. Muchas de las monitoras intentan mantener el equilibrio en sus vidas para dedicar un tiempo a la vigilancia de sus territorios sin descuidar a sus familias. “He salido adelante con mi hija a pesar de los obstáculos. Felicito y reconozco a todas las madres que son cabeza de hogar, con mayor carga familiar”, resalta Taco, quien es monitora ambiental desde el año 2012.

“Las mujeres estamos buscando que nos den oportunidad de crecer y poner nuestros conocimiento. Sueño con un mundo mejor y tomo acción sobre ello.”
Natividad Taco, monitora ambiental de Orcopampa-Chilcaymarca, Arequipa.

Las dificultades no solo ocurren a nivel familiar, sino también a nivel comunitario. La deficiente gestión de los conflictos sociales ha generado un clima de desconfianza que pone en duda la objetividad de la fiscalización de los comités. “Es un reto dialogar con la oposición que quiere escuchar una información que no es acorde con los estudios y análisis que realizamos: tengo que hablar la información real”, comenta Chávez, quien reconoce la importancia de los espacios formativos para transmitir con claridad mensajes potentes sobre el monitoreo ambiental.

Nuevas generaciones de monitoras

Gracias a las lideresas de mayor trayectoria se ha podido conseguir espacios para que las mujeres integren los comités de monitoreo. Según un estudio de la Defensoría del Pueblo sobre participación política, solo el 17.3% de participantes en las mesas de diálogo son mujeres. La situación actual destaca la importancia de generar las condiciones para que los espacios de participación ciudadana sean más equitativos y recojan la voz de todas y todos.

Los nuevos cuadros de monitoras están pasando por un proceso de empoderamiento y formación en el que aprenden haciendo y tienen la oportunidad de innovar en el cuidado del ambiente. “Creo que la población necesita entender la educación ambiental y debemos comenzar con los niños”, sostiene Sayuri Gaspar, quien a sus 22 años es la integrante más joven del Comité de Huarmey. La monitora es apoyada por Fryda Bojorquez, integrante de larga data del mismo comité. “Nos limitábamos a hacer charlas, pero las jóvenes nos propusieron aprovechar espacios verdes de colegios y hacer biohuertos y compostaje”.

Foto grupal de monitoras y monitores ambientales que participaron en el encuentro realizado en la ciudad de Huarmey, Ancash.

Un futuro con participación de mujeres jóvenes se siembra también desde Arequipa. Al respecto, la monitora Taco comparte que en su comité se vienen incorporando a las juventudes y niñez. “Queremos que se involucren a los municipios escolares, actualmente hacen labores de cuidado del agua y del ambiente y es importante articularnos para potenciar nuestras acciones”.

Dejar un ambiente sano para las futuras generaciones es una misión que se logra en gran medida con el ejercicio de una ciudadanía activa y comprometida. Desde el PNUD reconocemos el inmenso trabajo de las monitoras ambientales, quienes con su ejemplo se consolidan como piezas clave en la toma de decisiones de sus comunidades y como lideresas con capacidad de articular con el Estado, empresas y la sociedad civil.

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