Sabiduría indígena para enfrentar la pandemia en Perú

PNUD Perú
7 min readFeb 21, 2023
Estela Cuñivo, lideresa indígena junto a la planta nativa matico. Foto: Salud sin Límites

Por: Milagros León

El cambio climático, el deterioro de ecosistemas, la escasez de alimentos y el covid-19 son algunos de los mayores desafíos del siglo. Si bien estos problemas afectan al mundo entero, los pueblos indígenas son uno de los grupos más afectados. Desde antes de la pandemia vivían en situaciones críticas, enfrentando pobreza, desposesión de tierras, deforestación y actividades extractivas ilegales en la Amazonía peruana, condiciones que se intesificaron con la llegada del covid-19.

Sin embargo, los pueblos indígenas poseen un amplio legado cultural que hace falta revalorar para superar la crisis de manera sostenible. Por eso, la Iniciativa de Apoyo a las Áreas y Territorios Conservados por Pueblos Indígenas y Comunidades Locales (TICCA) viene apoyándolos en encontrar soluciones para su recuperación socioeconómica de la pandemia.

Se trata del mayor fondo mundial de apoyo a territorios de vida indígenas que se encuentra en 45 países y cuenta con el financiamiento del Ministerio Federal de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza, Seguridad Nuclear y Protección del Consumidor de Alemania (BMUV). En Perú, dicha iniciativa se lleva a cabo por el Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (PPD), que lidera el Ministerio del Ambiente (MINAM) e implementa el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Los asháninkas, yanesha, shipibo-konibo, harakbut, yine y matsiguenka son pueblos indígenas que, con el apoyo financiero y técnico de esta iniciativa, se están recuperando de la pandemia aprovechando sosteniblemente sus recursos naturales, dejándonos lecciones de resiliencia.

La fuerza Asháninka y Yanesha

Victor Huancho, terapeuta tradicional de la comunidad Yanesha Ñagazu — Villa Rica. Foto: Salud sin Límites

Si algo tienen en común los pueblos indígenas es su sabiduría ancestral basada en el respeto por la naturaleza. Para asháninkas y yaneshas de la selva central de Perú, las plantas son fuente de vida, tienen propiedades curativas y son poderosas aliadas para luchar contra el covid-19. Así lo demuestran cinco comunidades asháninkas del distrito de Río Negro (Junín) y 11 comunidades yaneshas del distrito de Villa Rica (Pasco) que lideran una iniciativa de plantas medicinales para hacer frente a las enfermedades.

Todo inició con un diagnóstico de condiciones sanitarias en plena pandemia, cuyos resultados permitieron poner en práctica planes de intervención basados en el diálogo intercultural entre gobiernos locales, redes de salud distrital y federaciones indígenas. Seguidamente, crearon un sistema comunitario de registro y monitoreo de contagios del coronavirus que les permitió mejorar la atención a las personas afectadas y distribuir kits de higiene entre las familias.

Además, trabajaron con líderes comunales y terapeutas tradicionales. Así, las comunidades asháninkas y yaneshas lograron identificar 15 plantas medicinales, como la quina y el matico, que utilizan para prevenir el covid-19 y tratarse ante los contagios. Gracias a eso dos de sus parcelas se encuentran en etapa de reconocimiento ante el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR), lo que les permitirá proteger sus territorios.

Matico (Piper aduncum). Foto: Salud sin Límites

Con el soporte de la iniciativa TICCA, se puso especial énfasis en fortalecer a lideresas indígenas como Susana Pérez, presidenta de la Organización de Comunidades Ashaninkas de Rio Negro (OCAR). “Nuestra medicina ha sido importante para luchar contra la pandemia, por eso no han muerto en nuestras comunidades, todos se han salvado”, afirma. “Hasta ahora veo que que están tomando sus hierbas, porque la enfermedad aún está en nosotros y hay que prevenir”, afirma.

Para Esperanza Ludeña, directora de la ONG Salud sin Límites que encabeza la implementación en las comunidades, la iniciativa permite que ambos pueblos se articulen con los gobiernos locales fortaleciendo la atención intercultural a la emergencia sanitaria. “Los espacios de diálogo han permitido identificar problemas y necesidades en salud y medio ambiente. Esta experiencia también genera evidencia de la importancia de la recuperación de la riqueza cultural de las poblaciones nativas”, señala.

Resiliencia Shipibo-Konibo

Miembro del pueblo Shipibo-Konibo entre aguajales. Foto: Asociación ProPurús.

El pueblo Shipibo-Konibo es uno de los más numerosos y conocidos de la Amazonía peruana. Gran parte se dedica a las artesanías basadas en el tradicional arte Kené que, en 2008, fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación. Aunque la pandemia afectó gravemente esta actividad, las comunidades nativas Buenos Aires y Nuevo Loreto, cerca de la laguna Imiría, en el distrito de Masisea, en Ucayali, han encontrado otra alternativa para generar ingresos, esta vez centrándose en la conservación y aprovechamiento sostenible del fruto amazónico más conocido: el aguaje (Mauritia flexuosa).

Las palmeras de aguaje pueden llegar a medir 35 metros de alto y tienen una alta importancia ecológica pues brindan servicios ecosistémicos como provisión de alimentos y captura de carbono. En Buenos Aires y Nuevo Loreto conocen la importancia de sus aguajales y realizan acciones de vigilancia comunitaria junto al Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático del Ministerio del Ambiente (MINAM).

Sin embargo, son conscientes de que aún tienen un largo camino por recorrer para lograr gestionar su territorio de manera sostenible. Por ello, en el marco de la Iniciativa TICCA y con el acompañamiento de la Asociación ProPurús tienen un proyecto que, hasta el momento, ha logrado manejar sosteniblemente 25 hectáreas de ecosistemas de aguajales en sus territorios de vida.

Escalado pararecolección de aguaje. Foto: Asociación ProPurús.

Los shipibo-konibo de Imiría han desarrollado también habilidades empresariales y han aprendido a procesar alimentos, logrando fortalecer su economía local para recuperarse del impacto económico que generó la pandemia. Para Ivan Brehaut, director de ProPurús, gracias a este trabajo con los aguajales, “ahora tienen mejores de condiciones de seguridad y soberanía alimentaria para hacer frente a situaciones adversas como la pandemia”.

Amarakaeri, una reserva de vida

Reserva Comunal Amarakaeri. Foto: ECA-AMARAKAERI.

Otra experiencia exitosa de uso sostenible de plantas medicinales se llevó a cabo en siete comunidades nativas de la Reserva Comunal Amarakaeri, ubicadas en los distritos Madre de Dios, Fitzcarrald, Manu y Kosñipata, en Madre de Dios.

Amarakaeri es una de las reservas comunales más grandes e importantes de Perú. Es hogar de los pueblos indígenas Harakbut, Yine y Matsiguenka y cuenta con variedad de ecosistemas y microclimas que albergan gran biodiversidad de flora y fauna únicos en el mundo.

Su importancia biológica es tan amplia como la historia de sus comunidades que, con el pasar de los años, se han convertido en referentes de conservación y manejo sostenible. Así, por ejemplo, en 2002 lograron que sus 402 335.62 hectáreas sean reconocidas por el Estado peruano como área natural protegida. En 2018, se convirtieron en una de las primeras reservas comunales del mundo en ingresar a la Lista Verde de Áreas Protegidas y Conservadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), por constituir un modelo de gestión participativa.

A pesar de ello, también han sufrido los efectos de la pandemia y están expuestos a la tala y minería ilegal. Por ello, el Ejecutor del Contrato de Administración de la Reserva Comunal Amarakaeri (ECA RCA) implementa un proyecto para revalorizar la cultura inmaterial y la medicina tradicional del territorio como medida de respuesta a la crisis. Con el apoyo de la Iniciativa TICCA, se están enfocando en el desarrollo de estrategias para la conservación y aprovechamiento de plantas medicinales de los bosques nativos en siete comunidades nativas de la reserva. El matico, cedro, raíz de huasai y catahua son algunas de estas plantas.

El punto de partida fue el fortalecimiento de capacidades para la conservación del material genético de las plantas medicinales. Así, aprendieron a identificar y propagar las plantas medicinales haciendo uso de saberes ancestrales. Posteriormente, se enfocaron en crear un jardín botánico donde albergar y conservar las plantas. Estas no solo sirven para cuidar la salud de las comunidades, sino que les permite también generar ingresos económicos sin dañar los ecosistemas. Por ende, ahora en Amarakaeri buscan integrar las plantas medicinales a los paquetes turísticos que ofrecen para mejorar su economía.

Mujeres y jóvenes indígenas en taller de propagación de plantas medicinales. Foto: ECA-AMARAKAERI.

Estos proyectos que impulsa la Iniciativa TICCA a través del PPD Perú, el PNUD y el Ministerio del Ambiente buscan contribuir a que los pueblos indígenas se recuperen de la crisis. Sus historias son muestra de la capacidad de resiliencia que tienen para enfrentar los desafíos actuales e invitan a reflexionar sobre la necesidad de contar con enfoques interculturales y multisectoriales que protejan los derechos de las comunidades indígenas.

Conoce más de los proyectos de la Iniciativa TICCA en Perú en www.ppdperu.org/iniciativa-ticca/

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